¿Amor se escribe con h?

De Documentos
Revisión del 22:05 1 nov 2021 de Vicm3 (discusión | contribs.) (primera edición)
(difs.) ← Revisión anterior | Revisión actual (difs.) | Revisión siguiente → (difs.)
Ir a la navegaciónIr a la búsqueda

por Laura Michel 14/06/2000

Hablando de la H

¿Controversial? Sin duda alguna. ¿Común? Hasta hace algunos años, no. ¿Inmoral? Tal vez. ¿Peligroso? Eso depende. Lo cierto es que, desde que en los últimos años, los comics y la animación han dejado de considerarse un entretenimiento exclusivo para niños, el tema del hentai (que abarca las producciones japonesas "sólo para adultos" en ambos géneros) se ha vuelto una cuestión frecuente en medios de comunicación, convenciones, puestos de revistas y establecimientos piratas. Ahora, con la proliferación de este tipo de material, se ha llegado a cometer el error, bastante común, de pensar que todo el comic japonés es pornográfico. Nada más lejos de la realidad.


Marcando diferencias

Para empezar, ¿qué quiere decir hentai? La palabra tiene varios matices de significado. Hentai, etchi o "h" puede significar desde "anormal" o "pervertido" hasta "travieso" o "juguetón" (en el campo sexual, por supuesto); o bien "erótico", en el mejor sentido de la palabra. En Japón, se llama así a cualquier manga, es decir, historieta, que tenga algún contenido sexual. Continuemos con "pornografía". Según su etimología, del griego pornee, prostituta, y graphos, palabra, vendría siendo cualquier escrito sobre la prostitución. Una definición posterior del diccionario de la lengua española de Martín Alonso dice "obra literaria o artística de carácter obsceno". Si buscamos la palabra obsceno en el mismo libro encontraremos "impúdico, torpe, ofensivo al pudor". Y mejor aquí le dejamos. ¿Qué tipo de obra podría parecer ofensiva a una persona? No podemos responder, en realidad, más que por nuestro propio punto de vista, y el de nuestra cultura. El manga, y por consiguiente el hentai, provienen de una sociedad totalmente distinta a la nuestra. Cuando dos culturas que sostienen diferentes valores y juicios entran en contacto, el choque cultural (es decir, conflicto entre esos valores y juicios) es casi inevitable. Lo cual es normal, y no representa ningún motivo de preocupación, a menos que el choque impida por completo el entendimiento de ambas partes. Es muy posible que lo que sea considerado material pornográfico en un lugar del mundo lo sea también en el resto; sin embargo, lo que cambia es la actitud hacia ese tipo de material. Y quién lo compra. Y para qué. La historia del hentai ha pasado por muchísimas fases que van desde jugueteos, borreguismo y restricciones, hasta crímenes y actitudes sexuales equivocadas. Veamos qué podemos sacar de todo esto.

Antecedentes

El arte de Japón, desde el período medieval, se ha caracterizado siempre por ser muy gráfico en cuanto a sexo y violencia se refiere. En pergaminos e ilustraciones de manuscritos puede observarse, con todo lujo de detalles, desde un encuentro amoroso hasta decapitaciones y mutilaciones. Sin embargo, contrario a lo que esto pudiera significar, no fueron los japoneses los primeros en introducir el elemento sexual en sus historietas. Antes que ellos lo hicieron los franceses (Jean Claude Forest), los italianos (Guido Crepax) y los norteamericanos (Robert Crumb). La época del surgimiento de todos fue la misma: los años sesenta, con su liberación de costumbres y movimientos underground. Y con todo, si comparáramos las obras que se producían en Europa y el resto del mundo con las que estaban saliendo en Japón, estas últimas parecerían la cosa más inocente del mundo. El punto de partida podría ser el famoso creador de Mazzinger Z, Go Nagai, y su serie Harenchi Gakuen (Escuela inmoral), publicada en la revista Shonen Jump de 1968 a 1972. En ella, se mostraron los primeros jugueteos sexuales (que en realidad no pasaban de enseñar ropa interior femenina, traseros y pechos desnudos y todas las situaciones chuscas que se originaban a través de ellos). Pese al escándalo que se armó con semejante obra, otros autores siguieron a Nagai, y hacia principios de los años 70 casi todos los tabúes de lo que apenas diez años atrás se consideraba un medio "para niños" estaban rotos. Así, comenzó la amistosa y enloquecida competencia que hasta hoy rige la industria editorial: los autores tratan de ver qué tan lejos pueden llegar, y las leyes de restricción... a ver qué tanto los dejan. Si bien el comic erótico era, hasta hace unos diez años, uno de los más regulados en Japón, algo en la interpretación de las leyes no estaba funcionando muy bien. Ahí tenemos el caso del Artículo 175 de las leyes japonesas sobre la obscenidad (todas, por cierto, muy vagas y confusas). En el, se prohibía la exhibición de escenas sexuales explícitas, vello púbico y genitales, salvo de niños. ¿Y qué fue lo que hicieron con ello los autores? La salida más fácil: presentar escenas erotizadas... con niñas, mejor dicho, adolescentes que acababan de abandonar la infancia, y que, pese a no mostrar el menor signo de vello púbico, tenían unos pechos exagerados. De esta forma, se creó el género rorikon ("complejo Lolita", donde los objetos sexuales eran menores de edad, y cuyo máximo representante es el artista U-Jin) y un curioso fetichismo que continúa hasta la fecha: si preguntáramos por una mujer como símbolo erótico en occidente, tal vez nos muestren a una rubia en bikini de cuero negro, con maquillaje exagerado, tacones de aguja, y, sin duda, adulta; el símbolo erótico japonés sería una chica con uniforme de secundaria o preparatoria (el típico traje de marinero) y un oso de peluche en la mano. El artículo 175, por cierto, estuvo cambiándose constantemente durante los años ochenta y en 1993 se disolvió por completo. Simplemente, ya no era útil, y había actuado con el mismo efecto de intentar apagar una fogata con un bote de gasolina.

Relaciones peligrosas

Entre 1988 y 1989, Tsutomu Miyazaki, un joven de 27 años, asesinó a tres niñas menores de seis años. Entregó el cadáver de una de ellas a su familia con una nota firmada por "Yuko Imada", su personaje de manga favorito. Tras el arresto de Miyazaki, se encontraron en su departamento unos seis mil videos de tipo gore, y animación y revistas del género rorikon. Peor aún, se descubrió que había participado como artista en una publicación de aficionados (dojinshi). Como al que mata un perro le dicen mataperros, la industria editorial se asustó muchísimo. Miyazaki era, sin duda alguna, un perturbado, y habría terminado por mostrarlo igualmente si hubiera sido expuesto al show de los Muppets en lugar del manga rorikon; no obstante, representaba el temor secreto tanto de editores profesionales como aficionados: un lector incapaz de distinguir la realidad de la fantasía. Con la esperanza de acallar el escándalo y prevenir que volvieran a pasar situaciones semejantes, los mismos editores comenzaron a ponerse regulaciones sobre qué era publicable y qué no. A estas reglas se les llamó jishuku. Muchos autores consagrados protestaron, pues consideraron al jishuku un ataque a la libertad de expresión. Y los editores de dojinshi, ocupados como estaban en prevenir a sus contribuyentes sobre qué clase de material podría causar problemas, hicieron la vista gorda ante nuevas y equívocas reinterpretaciones de sus propias leyes. En 1990, una ama de casa, Isako Nakao, inició un movimiento para retirar el hentai del mercado. Vio un comic en una tienda y lo compró pensando, por la portada simpática y en tonos pastel, que era para niños; pero resultó ser de corte pornográfico. La señora Nakao se preocupó mucho por la clase de material que al que podrían estar expuestos los niños, y comenzó una campaña a la que se unieron otras amas de casa, feministas, e inclusive políticos. El movimiento de la señora Nakao hizo eco en toda la nación. Por primera vez, se establecieron leyes verdaderamente severas en contra de la obscenidad. Se arrestó a propietarios de tiendas que vendían hentai, hubo amenazas en contra de los editores profesionales, y hasta quienes publicaban dojinshi, que hasta entonces habían estado a salvo por su actividad no lucrativa, tuvieron problemas: en 1995, cuarenta y cinco editores y artistas aficionados fueron arrestados por intentar vender material pornográfico. Uno de facetas más curiosas del movimiento fue colocar en las calles botes de basura con letreros que decían "No los mires. No los leas. Que nadie los lea" y que servían exclusivamente para que la gente depositara en ellos revistas inmorales. La solución de la industria editorial fue tan desconcertante como su respuesta ante el artículo 175: hicieron desaparecer el jishuku y la clasificación "para adultos" de las portadas de las publicaciones. Más extraño aún fue que funcionara. En efecto, después de algunos años, la gente pareció olvidarse de todo. Como menciona Frederik Schodt, citando a un artista amigo suyo en su libro Dreamland Japan: "Bueno, se hizo mucho escándalo al respecto, pero luego las cosas volvieron a ser como siempre han sido".

A favor y en contra

¿Qué tan justificados eran los temores de la señora Nakao, y qué tan real la posibilidad de algo parecido al incidente Miyazaki pudiera ocurrir de nuevo, ya sea dentro o fuera de Japón? No es fácil decirlo sin correr el riesgo de expresar una opinión parcial. Lo primero que habría que hacer es tomar el cuadro general de las situaciones. Como menciona Frederik Schodt, las escenas que se presentan en el manga no pueden estar más lejos de la realidad. La sociedad japonesa es altamente reprimida, y, salvo episodios aislados, no existe gran evidencia de violencia, sexual o no. La gente es perfectamente capaz de distinguir la vida real de la violenta y peligrosa que aparece en sus historietas. Sin embargo, tal vez para un lector de otro país, en el que la violencia sea algo cotidiano, y haya la posibilidad de imitar lo que se vive en las historietas, la franja entre la fantasía y la realidad no sea tan grande. La duda, sin embargo, queda en el aire: según las estadísticas, en Japón el índice de violencia sexual es muy bajo... pero, ¿qué tan confiables son en realidad las estadísticas? Recordemos que en ellas se habla de violaciones denunciadas, y que Japón tiene una tradición de machismo comparable a México. ¿Cuántos hechos de violencia sexual llegan a denunciarse aquí? ¿Cuántas mujeres prefieren callárselos antes que enfrentarse a una sociedad donde por mucho tiempo los hombres han tenido el poder? Un psiquiatra, Akira Fukishima, escribió un artículo en defensa del manga, donde decía que la cantidad de información sexual que una persona recibe es inversamente proporcional al número de crímenes sexuales que se cometen en cualquier país. Lo cual, a juzgar por lo que sucede en países donde la educación sexual está disponible para el público desde edades muy tempranas, por ejemplo Suecia, es cierto. Sin embargo, la declaración del doctor Fukishima implica, también, que la lectura de material pornográfico reduciría el número de crímenes sexuales en un país. La realidad, de nuevo basada en estadísticas, es que ninguno de los dos hechos tiene relación. Y si acaso la tuviera y pusiéramos a prueba la teoría de Fukishima, ¿qué clase de "información" podrían aprender las personas de la lectura de manga erótico? Nada muy profesional, les aseguro; únicamente clichés, que es lo que da lugar a las situaciones cómicas que predominan en el hentai. He aquí una lista de los más comunes: 1.El amor sexual no implica compromiso, y por lo tanto, puede hacerse sin ningún temor a quedar lastimado (no física sino moralmente). 2.Los anticonceptivos no son necesarios; no habrá concepción a menos que se trate de un demonio que va a destruir el universo o algo parecido. Los anticonceptivos, por cierto, estuvieron prohibidos en Japón, principalmente para proteger a la industria de los preservativos, hasta hace menos de un a-o. 3. La primera relación sexual de una mujer siempre es dolorosa. 4. Las parejas siempre alcanzan su clímax de manera simultánea. 5. Las mujeres no pueden tener la iniciativa en el terreno sexual, y si lo hacen, es porque son ninfómanas, o, lo que es lo mismo, anormales. Este cliché, curiosamente, se presenta sólo en manga escrito por hombres. Tal vez sea un velado intento de venganza contra la muy reciente liberación sexual de las japonesas. 6. Las mujeres tienen problemas para encontrar ropa de su medida; todo les queda chico o corto. 7. Las mujeres parecen tener una marcada afición por mostrar su ropa interior. Me pregunto cuántas en la vida real lo hacen de verdad... sin que les paguen por ello. 8. Sólo las mujeres hermosas pueden tener una vida sexual activa. 9. Las mujeres, inconscientemente, desean ser violadas. Este cliché, por fortuna, es poco común, pero existe, y es el único de todos que consideraría peligroso, y que no me hace ninguna gracia. 10. Las mujeres son como máquinas; basta oprimir ciertos botones para que todo funcione automáticamente. No, el hentai no sería la mejor educación sexual a la que uno podría aspirar para sus hijos. Pero ya que en eso estamos, ¿quiénes son las personas que escriben el hentai, y quiénes las que lo leen?

Géneros y degéneros.

Existen dos géneros dentro del manga que, aunque en un principio no eran hentai, acabaron por considerarse así a fuerza de repeticiones: el dojinshi y el ledikomi. El dojinshi, que ya mencionamos anteriormente, es el manga hecho por aficionados para aficionados. Tiene por costumbre hacer parodias, muchas veces de tipo sexual, de personajes populares de anime y manga. Casi siempre en tono de comedia, se nos muestra la vida sexual (en la versión más extravagante y absurda posible) de los protagonistas de nuestras series favoritas. Dentro del dojinshi existen cuatro subgéneros: - Yaoi: Las siglas de "Yimanashi, Ochinashi, Iminashi"; literalmente "sin clímax, sin historia, sin sentido". Suelen ser cartones de una sola página, y no tienen otro propósito más que hacer reír. "Ultimamente se les ha relacionado con homosexualismo masculino, y eso los hace casi sinónimos del siguiente subgénero... - Bhishonen: "Muchacho bonito", literalmente. Historias de amor entre hombres, muchas veces escritas por mujeres. El reverso de la moneda sería... - Bishojo: "Muchacha bonita". En este caso, historias de lesbianismo. Y por último... - Rorikon, que ya mencionamos también. Se presentan situaciones sexuales entre adolescentes y hombres maduros. Los ledikomi ("Ladies" comics), historietas hechas por mujeres y para mujeres, han alcanzado un alto nivel de erotismo en los últimos años. Son, por cierto, el único tipo de hentai donde se han tratado con seriedad problemas relacionados con el sexo, como la maternidad, la menopausia, etc. Y tienen entre sus lectoras mujeres mayores de treinta años, algo insólito si lo comparamos con el panorama de años atrás. Hasta hace poco, en Japón el mercado de lectores de hentai era casi exclusivamente masculino, y comprendía a menores de veinte años que no habían tenido experiencia alguna con las mujeres ("O si no", dijo un editor una vez, "¿para qué comprarían esas revistas?"). Las mujeres comenzaron a acaparar terreno mucho más tarde, y en sus preferencias entraba, además del ledikomi, el bishonen. En el caso de México, muchos de quienes se dicen aficionados al hentai son en realidad coleccionistas de imágenes, y están empezando a tener contacto con videos a través de la piratería, y con la lectura de comics por medio de publicaciones nacionales aparecidas recientemente. Estas publicaciones, por cierto, se precian de tener bastantes lectoras en su clientela, y es probable que tengan razón. Algo que llama mucho la atención del hentai mexicano es una cierta vena romántica y moralista que no se encuentra comúnmente en el japonés: aquí, en la mayoría de las historias, los encuentros sexuales tienen su principio en el amor y su fin en el matrimonio. Vale la pena observar, así mismo, que entre los comics escritos por hombres y por mujeres hay diferencias muy notables. En los manga de autores masculinos, el sexo empieza por lo general en la tercera página; U-Jin ha aguantado hasta la cuarta o la quinta, lo cual, imagino, debe tener su mérito. En las historias de mujeres, por el contrario, tiene que haber complejidad de argumento, profundidad en los personajes y un largo involucramiento antes del sexo en sí. No importa, en este caso, si los implicados son parejas homosexuales o heterosexuales. ¿Que si están los japoneses obsesionados con el sexo? Bueno, ¿y quién no lo está? En la actualidad, si observamos los medios de comunicación, hay mensajes sexuales por todos lados. Pero incluso con una industria del sexo bastante pesada e historias muy tristes de prostitución, en especial de jovencitas, en Japón las cosas parecen tener cierto orden. Un buen ejemplo son las revistas de modas orientales y occidentales; es notable el recato y la frescura en las modelos japonesas, mientras que en las occidentales, por el contrario, predominan las poses provocativas y las expresiones faciales que, por proyectar sensualidad, resultan hasta enfermizas.

Conclusiones

¿Es el hentai pornografía? Bueno, algo bastante tranquilizador es poder llamar a las cosas por su nombre. Salvo por el clásico dibujo "bonito" japonés, lo que se puede encontrar en las historietas hentai es lo mismo que hay en otras producciones de corte erótico, y las colecciones de imágenes en internet son como las revistas de Playboy y similares que han llenado por años los puestos de revistas. La única diferencia entre la pornografía con dibujos y la pornografía fotográfica representa un punto a favor para el hentai: en este último, al menos, podemos tener la seguridad que no está implicada la humillación y explotación de una persona real. Y, entonces, ¿qué es lo que hace al hentai tan atractivo? Por un lado, la belleza del dibujo. Por el otro, la explotación ilimitada de las fantasías; ya sea en un cuento cotidiano, o de espada y brujería, ciencia ficción o lo que sea, los lectores pueden ver representados sus anhelos de aventura, locuras extravagantes, situaciones vergonzosas, e incluso cariño y ternura. De cualquier forma, hay muchos padres de familia preocupados por que sus hijos vean este tipo de material. A estos padres les diría que, para empezar, estuvieran tranquilos; las posibilidades de que surja otro Tsutomu Miyazaki son extremadamente bajas, y un comic porno no sería su motivación única. Es importante, sin embargo, mantener abierta la mente y los canales de comunicación: estar bien informados sobre los pasatiempos de los hijos para poder platicar a gusto y decidir entre todos si lo que se ve podría ser perjudicial o no. Recordar (y de esto nos enseña mucho la historia del hentai) que no se logra nada prohibiendo, pero tampoco fingiendo ignorancia. Antes de tolerar o no algo, se le debe de juzgar, y analizar. No resulta muy difícil que uno mismo se de cuenta, después de algún tiempo, que tanto el hentai como cualquier otra clase de pornografía, es, en su mayor parte, mediocre, repetitivo y bastante aburrido. A las cosas hay que darles su justa medida: no perder el sueño por algo que ha existido toda la vida, pero tampoco cerrar los ojos ante un posible problema. La mala influencia de la pornografía sólo será tan fuerte en la medida que lo permita nuestra información y educación; y su mayor peligro es el mismo que tenían las historietas de Superman: que alguien llegue a confundir tanto la fantasía con la realidad, que se ponga a hacer tonterías. ¿La solución? Hablemos.

Bibliografía

Fitzmaurice Anaya, Fernando. Cartas a mi esposa sobre la pornografía, Editorial Posada, México, 1972. Schodt, Frederik L. Manga! Manga! The World of Japanese Comics, Kodansha Ed., Japón, 1986. Schodt, Frederik L. Dreamland Japan, Stone Bridge Press, California, E.U.,1996. Revista Marie Claire, abril de 1997, México. Revista Newsweek, diciembre de 1996, E.U. Revista With, septiembre de 1999, Japón. Michel, Laura, "Amor... ¿se escribe con hache?" Conferencia dictada en Comictlán 98, Guadalajara, Jalisco.

Estas paginas han sido construidas con un afán educativo/informativo, así las imágenes y obras que se citan solo se hacen de manera informativa, todos los derechos reservados por sus respectivos autores. Los artículos firmados son responsabilidad (y propiedad) del autor. La información que aquí se presenta es libre de ser reproducida en cualquier otro medio, dando el debido crédito a los autores (es decir citando el lugar de procedencia). Agradecemos de antemano nos notifiques de la publicación de cualquier material aquí contenido.